Por Luciano Filpo
Se ha estado conmemorando la gesta restauradora (1863-1865) que después de la vuelta al colonialismo español devuelve la soberanía al Estado dominicano. Un pequeño grupo apátrida mansilla la identidad y el sentimiento nacional facilitando el país a un imperio en desbandada con el español. Según el patricio Juan Pablo Duarte, la República Dominicana había sido víctima de un grupito sedicioso, apátrida y capaz de vender los intereses nacionales al mejor postor. Desde los días de la proclamación de la independencia, el país ha sido gobernado por facciones y grupúsculos antinacionales, los cuales han padecido de males políticos como el caudillismo, caciquismo, patrimonialismo, clientelismo y hasta mesianismo, se han creído indispensables para una comunidad nacional con una conformación étnica no asimilada y con precaria educación, salud y alimentación. En ese marco han aparecido visiones pesimistas de la nación dominicana, se han construido imaginarios contrarios a la formación de un pueblo que prospera por sí mismo, se ha creído que no somos capaces de poner en marcha la rueda de la historia a nuestro favor, es decir necesitamos de una fuerza exterior o de una mano mesiánica y redentora capaz de conducirnos hacia el progreso, el cambio y la civilización. José Ramón López, en su alimentación y las razas; Francisco Moscoso Puello en “Cartas a Evelina”; al igual que Américo Lugo en sus crónicas de Historia nacional… Será Hostos quien trabaja una visión ancilar, donde articula educación y civilización; también Ulises Francisco Espaillat tenía una visión del pueblo donde cuestionan la inclinación a la ludopatía y al aventurerismo guerrillero. Para Eugenio María de Hostos, la educación era casi la panacea para superar el atraso, el aldeanismo y el nacionalismo fragmentado. Este panorama político complejo justificó la presencia de dictadores y sicarios políticos que usaron el poder para doblegar y yugular la población. Desde sus orígenes el Estado Dominicano estuvo expuesto a los intereses mezquinos de los políticos que nos han gobernado. El complejo heroico del dominicano produjo cientos de levantamientos armados y la fragmentación del Estado y el Erario entre islas de poder. En esa tesitura, figuras como Lilis y Trujillo fortalecieron el Estado por encima de los grupos, pero este fortalecimiento y modernización se realizó para favorecer sus intereses personales. La historia política del país es la historia del saqueo, pillaje, villanismo y usufructo de lo público. En las últimas tres décadas la sociedad dominicana cae en un inmovilismo social en una incertidumbre, inseguridad, carencia de fe e impotencia ante los políticos. Nos acostumbramos al robo, la prebenda, el saqueo de lo público, la corrupción, la impunidad. Lo malo se convirtió en normal, las leyes e instituciones en entelequias, la desigualdad e inequidad son las banderas que adornan las relaciones sociales. Se tiene una clase empresarial parasitaria que no comprende su compromiso social, que solo procura ganancias, que poco le importan los actos deleznables de los políticos corruptos, claro, detrás de cada político corrupto hay un empresario que soborna, que entrega coimas para evadir el fisco o para construir un paraíso inmune y repelente al imperio de la ley. Se vive en un país donde se ha perdido el compromiso moral, la vida ética y ciudadana, se vive del día a día, donde se borra la memoria de los héroes, el sacrificio de los mártires y exalta al comportamiento abyecto y villano como correcto y pertinente. Restauración moral del país implica recoger el legado de personajes como Luperón, Espaillat, Bono, Filomeno de Rojas. La Restauración moral del país implica un compromiso con el trabajo, el sacrificio, la transparencia y la vida en democracia. Esa restauración implica la creación de una cultura democrática que conduzca a la gobernanza y la gobernabilidad. El movimiento marcha verde orienta a la ciudadanía en ese sentido, rompe el individualismo, los estereotipos sociales, los estigmas y etiquetas que nos segregan, fragmentan y condicionan en la vida social. Los grupos que nos gobiernan han propiciado el individualismo, la sobrevivencia y la búsqueda de intereses particulares. La restauración moral del país implica recuperar el legado de hombres y mujeres que han expuesto sus recursos, vidas y propiedades en favor de la causa nacional. La Restauración del país no es un arreglo floral, un discurso pseudo patriótico, un desfile cívico-militar a la memoria de los próceres, es asumir su legado, es actualizar su ejemplo. Restaurar este país implica desmontar la práctica nociva del grupo parricida y apátrida que gobierna, el cual ha entregado la soberanía al capital extranjero, ha facilitado la conformación de mafias y grupos corporativos que medran a la sombra del Estado. Una Restauración moral del país es una profilaxis política que higienice el Estado y la sociedad, que facilite la educación ciudadana y la cultura política de vivir en una democracia integral.